“El sábado 12 de julio asistí al concierto de inauguración de la Sala Sinfónica Nacional: la Novena Sinfonía de Beethoven, un himno a la fraternidad y la esperanza que resonó con fuerza y brillo conmovedores en esta nueva sala.
Durante el cuarto movimiento, cuando el coro alcanza el protagonismo, retrocedí varias décadas, a los días en que iniciaba mis estudios de cirujano-dentista en la antigua y recordada Escuela Dental, en Santa María con Recoleta. Tuve entonces el privilegio de integrar el Coro Sinfónico de la Universidad durante un par de años. No era fácil compatibilizarlo con las exigencias de la Escuela; pero el primer ensayo general en la casona de Pedro de Valdivia —sede del coro— fue para mí un momento mágico. Fue emocionante estar inmerso en ese sonido sublime. Canté esta misma sinfonía en varias ocasiones durante ese periodo, y revivirla ahora, desde el público, fue reencontrarme con mi propia historia.
Entre evaluaciones, calificaciones académicas, informes y programas anuales, el ejercicio docente puede volverse extenuante. Largas tardes —y también horas robadas al sueño— preparando clases, corrigiendo pruebas, esforzándose por dar lo mejor a los estudiantes... a veces el cansancio se impone. Pero hay momentos —como el de ese sábado— en que todo adquiere un nuevo significado.
Porque ser parte de esta Universidad no es solo ejercer un trabajo académico. Es pertenecer a una institución que ha sido fundamental en la historia de Chile, en su desarrollo como República y en la construcción de su identidad. Al ver el talento desplegado por los músicos de la Orquesta y Coro, al escuchar el emotivo discurso de la Rectora, al volver a pasar por el corazón mis vivencias de estudiante, no pude sino experimentar un profundo orgullo de pertenecer a esta Universidad, que en momentos como este —como dice su himno— vibra entera".
Alejandro Díaz M.
Académico Departamento del Niño y Ortopedia Dento Maxilar
Facultad de Odontología
Universidad de Chile